miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sergio Ortega. 2° parte.

Sergio Ortega, músico docto y popular

Cuando ya concluían las conmemoraciones por los 30 años del golpe de Estado, llegó la noticia de la muerte del compositor Sergio Ortega, ocurrida en París donde residía. Ortega, de 65 años, falleció el 15 de septiembre de un fulminante cáncer y sus restos fueron trasladados a Chile, cumpliendo su voluntad. Antes de ser sepultado se le rindieron varios homenajes que congregaron al público que quería testimoniar su adiós, a artistas y gente de la cultura.
Los actos comenzaron desde la llegada de sus restos al aeropuerto internacional. Durante el recorrido el público entonó sus más emblemáticas canciones: Venceremos y El pueblo unido. En el trayecto se incluyó la sede de la CUT, el Teatro Antonio Varas, el monumento al presidente Allende, la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, el Teatro Municipal (donde el coro, a cargo del maestro Max Valdés, interpretó trozos de la ópera Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta), la sede del Partido Comunista y el Museo de Arte Contemporáneo, donde se levantó una capilla ardiente y se realizó un homenaje con participación del grupo de cámara Contrapunto y de integrantes de Inti Illimani y Quilapayún. Antes del traslado al Cementerio General, hablaron José Balmes, representantes de la Fundación Neruda y el ministro de Cultura, José Weinstein. Guillermo Teillier, secretario general del PC, leyó un saludo de la presidenta de esa colectividad, Gladys Marín, aquejada de una sorpresiva enfermedad. Finalmente, el domingo 28 de septiembre sus restos fueron sepultados muy cerca de las tumbas de Víctor Jara y Miguel Enríquez, en un sector del cementerio que guarda el recuerdo de la tragedia más horrible ocurrida en nuestro país.
Sergio Ortega, formado en la música docta, fue también un valioso cultor de la música popular. De hecho, fue ampliamente conocido por sus canciones para la Unidad Popular. Entre sus temas que se encuentran incorporados al patrimonio colectivo están el himno Venceremos, con letra de Claudio Iturra, y El pueblo unido jamás será vencido, popularizados por Quilapayún. Otras obras suyas son la cantata La Fragua, narrada por Roberto Parada, la banda sonora de la película El Chacal de Nahueltoro (1969) y la ópera Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, basada en textos de Pablo Neruda. Poco antes de su muerte había terminado la ópera Pedro Páramo, según la novela de Juan Rulfo.
Ortega nació en Antofagasta el 2 de febrero de 1938 y estudió composición con Gustavo Becerra, en el Conservatorio Nacional de la Universidad de Chile. Trabajó en el Instituto de Extensión Musical y fue sonidista del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, en la sala Antonio Varas. Desde 1969 fue profesor en el Conservatorio y en 1970 asumió la dirección del Canal 9 de televisión, de la Universidad de Chile. Durante su exilio fue director de L’Ecole Nationale de Musique, de Pantin, en Francia. Compuso óperas y cantatas, canciones y música para cine y teatro, obras de cámara y sinfónicas. Entre sus poemas sonoros podemos mencionar El monte y el río, con letra de Nicolás Guillén, y otros sobre sus propios textos. Destaca en su obra una trilogía sobre la Revolución Francesa.
En la abundante contribución musical de Sergio Ortega al teatro trabajó en Asunto sofisticado de Alejandro Sieveking y La dama del canasto de Isidora Aguirre. Con Pablo Neruda, además de componer la cantata Fulgor y muerte de Joaquín Murieta estrenada en 1967 con dirección de Pedro Orthus, participó en Canto General con aportes de Gustavo Becerra y el grupo Aparcoa; esta obra fue estrenada en 1970. La cantata Bernardo O’Higgins Riquelme, 1810. Poema sonoro para el padre de mi patria, compuesta en 1978, se estrenó en el festival otoñal de Estiria, en la ciudad de Graz, Austria. Junto a Luis Advis participó en la composición, con textos de Julio Rojas, del Canto al programa (Dicap, 1970), que presenta el programa de gobierno del presidente Salvador Allende. Emblemáticos fueron también sus temas Las ollitas, El enano maldito, Vox populi y No se para la cuestión.
Ortega fue siempre un compositor comprometido y eso se reflejó en sus obras. Fue el creador del himno de la Central Unica de Trabajadores y del de las Juventudes Comunistas. También es autor del himno del Partido Radical. No es aventurado decir que fue un exponente importante de la historia musical, social y política de nuestro país. En la obra de Ortega lo docto y popular van de la mano con el compromiso político.
Además, fue uno los compositores fundamentales en la Nueva Canción Chilena. En su última visita a Chile participó en un foro organizado por la Sociedad del Derecho de Autor, donde expuso sobre el tema. Estas fueron parte de sus palabras: “Sépanlo: uno nunca es más chileno que cuando está lejos, eso es lo primero que ustedes tienen que saber. Nunca se va tan profundamente hacia la médula del país que cuando uno no lo tiene cerca (...) Quisiera hablar un poco acerca de la Nueva Canción Chilena. Ha sido una inquietud que he tenido siempre, no porque sea nueva ni chilena, sino ¿por qué razón existió? ¿Cómo se produjo esto? (...) La Nueva Canción Chilena era absolutamente inevitable. Más allá de la voluntad de Lucho (Advis) u Horacio (Salinas), la mía o la de todos los compañeros que hicimos, hemos hecho y seguimos haciendo la Nueva Canción Chilena, que sigue siendo nueva en Chile. Era inevitable porque había una ola muy grande, una ola que movía al país desde el fondo hasta arriba. Era una ola que pasaba por todo, que filtraba todo. No había manera de oponerse, era una ola de cambio. Nosotros, los de entonces ya no fuimos los mismos -como dice Neruda-. Eramos otra cosa. Estábamos movilizados hacia otra cosa. (...) No es por nada que el año 65 un grupo de muchachos dice: ‘Estamos cantando muy suavecito en Chile, vamos a gritar un poco. Estamos tocando muy suavecito. Estamos muy tranquilos en Chile. Vamos a pegarle más fuerte’. Ese grupo de muchachos se llama Quilapayún. Rindo homenaje al Quilapayún de quien muchas cosas me separan pero rindo homenaje a la historia del Quilapayún, y al rol que este conjunto cumplió junto a todos nosotros en la batalla única, inolvidable, inmensa con la cual el pueblo chileno entra en lo universal del siglo XX (...) Y digo que la ola que nos movía a todos era tan profunda que nos daba vuelta dentro y nos decíamos: ‘Claro: estamos escribiendo música de cámara -eso es lo que yo pensaba-, pero nos están llamando de afuera, el pueblo está golpeando fuera. Uno abre la ventana y está el pueblo. No podemos seguir encerrados en nuestro quehacer.’ Entonces me di cuenta que efectivamente la Nueva Canción Chilena es inevitable porque es una nueva forma que corresponde a un nuevo contenido. Y eso es inevitable. Podemos hacer lo que queramos contra, podemos organizar empalizadas, podemos organizar trincheras o todo lo que uno quiera, pero cuando la historia pasa, pasa. No hay nada que pueda atajar a la historia”

ALEJANDRO LAVQUEN

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